
Camargo, Chih.— La sequía no da tregua. El campo camarguense vive uno de sus episodios más críticos en años recientes, con consecuencias devastadoras para el sector ganadero. Así lo relata el señor Merced Adame Ramos, ganadero de la región, quien ha visto cómo su hato se ha reducido drásticamente en los últimos meses.
“Podemos echarle ganas y salir adelante, como todos los años lo hemos hecho”, comenta con resignación. Sin embargo, reconoce que la pandemia dejó secuelas económicas que, sumadas a la sequía persistente, han puesto en jaque a muchos productores locales.
Según cuenta, de las 30 vacas que tenía, hoy sólo le quedan 12. “Ha habido bastantes muertes por falta de… pues económica, donde no se puede a veces solventar todo el asunto de lo que es el ganado”, explica. La situación ha obligado a muchos ganaderos a vender sus animales, mientras otros simplemente han presenciado cómo mueren ante la falta de recursos para alimentarlos o brindarles atención.
Actualmente, los pocos animales que sobreviven lo hacen con esfuerzo y sacrificio. “Vaca que está pariendo o vaca que ya anda de artilugio, están en los corrales. Estamos sacando lo poquito que tenemos de la bolsa para poder alivianarlas… no para engordarlas, para que sobrevivan”, dice Adame Ramos.
La esperanza, señala, está en que pronto lleguen las lluvias. Mientras tanto, muchos ganaderos de la zona ya han perdido todo su ganado. “A unos ya se les acabaron de plano, donde ha habido tanta muerte, otros ya vendieron porque de plano ya no se pudo”, comenta con preocupación.
El testimonio del señor Merced Adame Ramos es reflejo de una crisis silenciosa pero profunda. El campo camarguense resiste, como puede, con fe y trabajo. Pero cada día sin lluvia es un nuevo golpe para quienes han dedicado su vida a la tierra y al ganado.
