
La pugna criminal por el control de la región noreste del estado, que se extiende desde Aldama hasta Ojinaga, suma 24 muertos en los últimos meses, producto de las casi normalizadas ejecuciones simples o masacres, con bajas tanto en el bando de “Los Cabrera-Mayos” como de “La Línea”.
En eso se enmarcan los hechos violentos recientes en el vecino municipio de la capital que, pese a la violencia, sigue siendo refugio seguro para miles de capitalinos cada fin de semana.
Ahora hay una tensa calma, con “patrullajes” de ambos bandos buscándose unos a otros, por lo que la violencia puede resurgir de un momento a otro.
Pero en el caso de la última doble ejecución, registrada el 16 de abril, las muertes de quienes en vida llevaban los nombres de Héctor Arturo C.Q y Luis Alfredo M.P, de 41 y 30 años de edad, respectivamente, fueron contabilizadas extraoficialmente como bajas de “La Línea”.
Dos detalles de las investigaciones -que como es común casi nunca llegan “a sus últimas consecuencias”, estribillo clásico de los fiscales- nos reportan a manera de avances quienes siguen de cerca las hostilidades entre ambos grupos criminales.
En primer término, el calibre utilizado para matarlos es el .40, identificado generalmente como de uso “exclusivo” de algunas células del Cártel de Sinaloa, estructura a la que pertenecen “Los Cabrera”, quienes intentan penetrar una región cuyo dominio histórico es del rival alineado al Cártel de Juárez.
El otro dato, que está más en el terreno de las especulaciones, es el hallazgo peculiar de dos motocicletas tipo repartidor, presumiblemente propiedad de los ejecutados, estacionadas al lado de donde fueron encontrados los cuerpos, en una zona arbolada del camino entre La Mesa y La Calera.
Desde hace unos meses, ciertas ejecuciones atribuidas a “La Línea” contra sus rivales, especialmente aquí en la capital, habían sido realizadas por sicarios en motos.
