
Maestras rurales se convierten en pilar de las familias
Ricardo Holguín / El Heraldo de Chihuahua
Aunque parezca una historia sacada de otra realidad, en el municipio de Guadalupe y Calvo, la educación sigue siendo un reto para muchas comunidades. En Guaripana, una pequeña localidad enclavada en la sierra, los niños deben emprender un viaje extenuante de hasta tres horas cada mañana para llegar a la escuela. Sin importar si el frío cala hasta los huesos, si el agua del río está helada o si el estómago cruje por la falta de alimento, ellos caminan con la única intención de no faltar a clases.
El sacrificio comienza antes del amanecer. En hogares donde la energía eléctrica es un lujo y los servicios básicos son casi inexistentes, las familias se levantan alrededor de las tres de la mañana para preparar a los pequeños. Algunos deben cruzar ríos, otros recorrer veredas empinadas y angostas que serpentean entre la vegetación espesa de la sierra, pues la escuela, aunque es modesta, es un santuario del conocimiento al que todos aspiran llegar.
Así lo describe la maestra Pilar mejor conocida como Pily, quien se ha hecho cargo de los menores de primaria por un periodo de un año y quien gracias a su dinamismo y activación, a logrado impulsar a los jóvenes en esa comunidad, incluso ha aprovechado su tiempo libre para realizar videos en redes sociales para mostrar los paisajes y todo el ambiente natural que ofrece la Sierra Tarahumara.
Dice que aunque cuenta con un grupo de estudiantes que tardan tres horas para llegar a la escuela, tiene otros que realizan traslados de una hora y otros de poco menos de cinco minutos, ya que viajaba de las comunidad aledañas para asistir a la única escuela que se encuentra más cerca de estas localidades, pero que la mayoría debe atravesar cerros, ríos y tratar de ganarle al sol porque el calor se vuelve insoportable.
