
Colombianas y venezolanas en México denuncian la hipersexualización, exigiendo respeto y luchando contra estereotipos dañinos que las persiguen.
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Vinieron por amor, trabajo o para escapar de la violencia política y el narcotráfico en sus países. Pero aquí en México encontraron otro tipo de agresión: la hipersexualización, es decir, la atribución desmedida de características eróticas simplemente por su nacionalidad, así sean intelectuales, analistas, empresarias, ingenieras, trabajadoras de servicios, estilistas, mujeres con tantos oficios como el número de ellas en México.
Esa exaltación de los atributos sexuales por encima de las otras cualidades es un estigma que persigue a venezolanas y colombianas y quieren erradicarlo. Lo dicen fuerte y claro: “No somos prostitutas”, “no somos proxenetas”, “no te vamos a traer a nuestras primas o amigas desde mi país”, “no somos tratantes de personas” ni “sólo buscamos sexo”.
La hipersexualización se manifiesta a veces de forma explícita y grotesca como un “¿cuánto me cobras?”. Y a veces es tan sutil que parece halago, reconoce Laura Isabel Cortés, activista de Caminantas, Red para Mujeres Migrantes, quien lo ha vivido en carne propia, igual que otras integrantes de la organización civil de sudamericanas en México.
“En este momento es más preocupante porque [la hipersexualización y el acoso] impactarán a más mujeres que se han quedado aquí”, advierte. Llegaron muchas y vienen másLas cifras del Instituto Nacional de Migración hasta 2024 reconocieron que en el país se encontraban casi 22 mil mujeres venezolanas y 5 mil colombianas en “situación migratoria irregular”, además de las 10 mil 398 mujeres de Venezuela y poco más de 3 mil de Colombia que pidieron refugio, según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).
Este organismo documentó que el porcentaje de mujeres que solicitó este último trámite en proporción a los hombres ha ido en incremento al pasar del 39 por ciento en 2022 a 41 por ciento en 2023. El 2024 cerró con el 44 por ciento. En promedio durante esos años hubo, cada día, nueve solicitudes de refugio por parte de venezolanas y tres de colombianas; para este 2025, tras las políticas de Donald Trump que les bloquearon el paso, se calcula que habrá cifras récord al alza.
Al tomar forma femenina el rostro de la migración, los chats grupales y páginas en redes sociales de personas de Colombia o Venezuela en Ciudad de México, Guadalajara y otras ciudades se han llenado de groserías, insinuaciones, mensajes velados que les recuerda su vulnerabilidad porque les ofrecen trabajo, matrimonio y todo eso que necesitan para legalizarse.
