«Mi esposa ha llorado las últimas semanas», dice Luis, un venezolano que salió de su patria el pasado 21 de agosto y entró a México el 27 de septiembre, cuando relata cómo sus sueños de residir a Estados Unidos se están disipando.
«Ha querido llegar a Estados Unidos, a subir para entregarse antes de que ocurra el cambio de Gobierno. Y yo le he dicho a ella que eso ahorita no es factible, pero es triste. Como yo siempre le he dicho a ella, después de batear un hit tan lejos, nos van a agarrar para devolvernos al principio», cuenta.
Con su esposa Leslie, de 32 años, trabaja de cocinero en el albergue de migrantes de Cafemin, un edificio de dos plantas, con capacidad para 150 migrantes, en la Ciudad de México.En los últimos 15 días el albergue pasó de tener 80 migrantes a recibir a 200.
«Veo el 20 de enero como apocalíptico, Vendrá el caballo, la bestia», dice preocupada la directora de Cafemin, la madre María Magdalena Silva Rentería.